jueves, 28 de marzo de 2013

Suave y apacible


devocional-cristiano-suaveSuave y apacible1 Reyes 29:12 “Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo -¿Qué haces aquí Elías?Dios me habló hace unos días sobre cómo debía ser mi actitud con el trato hacia los demás, me hizo ver que debía ser suave y apacible, pero, nunca me he considerado una persona ruda o de carácter prepotente, al contrario, siempre pensé que mi debilidad era la falta de carácter; por ende cuando hace poco cumplí años, una de las metas que me tracé fue tener más firmeza de carácter. Y así lo hice, tanto que escuché a mi esposo bromear con mis hijas  ”Cuidado, mamá está cambiando”.
Pero Dios no piensa igual que nosotros y me repitió la importancia de ser suave e incluso apacible con los demás.  Apenas terminé mi devocional, le pregunté a Miguel: “Amor, ¿Qué significa ser suave y apacible? Mi esposo sonrió y me respondió: -Significa tener dominio propio-.  Me quedé contenta con su respuesta, pero sólo la primera hora, porque las dos palabras resonaban en mi interior.  Más de una vez la seguí repitiendo ya no sólo en mi mente sino en voz alta: “Suave y apacible” ¿Qué habrá querido decir Pedro?
Estoy convencida que Dios habla por medio de su palabra a la necesidad especifica de cada ser humano, lo que significa en mi caso, ya que Dios me dijo que debía ser suave y apacible, que yo debía mostrar estas características y no podía quedarme contenta con la indicación de Miguel sino seguir investigando sobre suavidad y serenidad.
Fue así como llegué a la cita que hoy enmarca el devocional que les comparto.  Elías y el silbido suave y apacible de Dios.
Acab le contó a Jezabel todo lo que Elías había hecho, y cómo había matado a todos los profetas a filo de espada. Entonces Jezabel envió un mensajero a que le dijera a Elías: ¡Que los dioses me castiguen sin piedad si mañana a esta hora no te he quitado la vida como tú se la quitaste a ellos!
Elías se asustó tanto con esta amenaza que terminó huyendo para ponerse a salvo. Se fue aterrado y terminó sólo en el desierto, la victoria contra todos aquellos profetas de Baal bien rápido pasó a la historia, sólo la idea de enfrentarse a Jezabel lo desestabilizó completamente. Cuando llegó donde había un arbusto,[y se sentó a su sombra con ganas de morirse exclamó: ¡Estoy harto, Señor! —protestó—. Quítame la vida, pues no soy mejor que mi familia. ¡Cuanta paciencia tiene Dios con nosotros, que débil, tan frágil nuestra memoria para olvidar de un día a otro, que Dios vive para defendernos,
Dios envió a su ángel quien regresó y, tocándolo, le dio de comer. Elías una vez fortalecido volvió la marcha y sin esperar instrucciones siguió su peregrinaje o escapatoria diría yo, y  viajó cuarenta días y cuarenta noches hasta que llegó a Horeb, el monte de Dios. Buscó una cueva segura y allí pasó la  noche.
Me imagino el cuadro, el Señor mira a su profeta, a su miedoso profeta y como cuando mis hijas eran pequeñas y hacían algo que yo jamás les pedí, ellas sabían muy bien que pasaba si desobedecían, pero todo empezaba con la pregunta: ¿Qué hacen? ¿Yo les dije que hicieran eso?
Más tarde, la palabra del Señor vino a Elías.   — ¿Qué haces aquí, Elías? —le preguntó.  Elías empezó todo su argumento, lo consumía su amor por Dios, los israelitas a pesar de ver las maravillas de Dios lo habían rechazado, incluso habían matado a muchos profetas del Dios verdadero y ahora encima de todas estas catástrofes: ¡ ahora quieren matarme a mí también!
El Señor le ordenó: —Sal y preséntate ante mí en la montaña, porque estoy a punto de pasar por allí.
Y entonces aparecieron el viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Luego vino un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo, un silbido suave y apacible y Elías supo que era la Presencia de Dios, se cubrió el rostro con el manto y, saliendo, se puso a la entrada de la cueva. Y aquella voz suave y apacible le volvió a dar una segunda oportunidad de responder: — ¿Qué haces aquí, Elías?
Dios quiso mostrar su presencia en este suave murmullo en vez de hacerlo a través del viento recio, del terremoto o del fuego, el Señor le dio  a Elías la oportunidad para pensar en la respuesta que iba a dar por segunda vez. Esto me habla de la paciencia de Dios para tratarnos, pudiendo hacernos remecer con un estruendo para provocarnos miedo, prefiere darnos la oportunidad de recapacitar y bajar incluso la temperatura de su voz para hablarnos.
Suavemente ¿Cómo reaccionas a la primera, segunda o tercera vez que te quitan la paciencia? Aprende de Dios, no partas el corazón de tus hijos con un grito que rompe rocas, no provoques remezones cual terremotos en el alma de los tuyos cuando no hacen lo que quieres, no seas violento, no hagas añicos la dignidad de tu prójimo al responderle olvidando el respecto que se merecen. A paga el fuego de tu cólera antes de atreverte a responder, no respondas con la ira de tus palabras en el rostro  de los hijitos de Dios. Dios no está en una actitud violenta, en una respuesta con ira, en palabras que remecen y hacen añicos la dignidad de tu prójimo.
Dios se glorifica y da una nueva oportunidad a sus hijos con una actitud suave, con una voz que asemeja un murmullo y te pregunta ¿que estás haciendo? ¿Qué haces aquí? ¿Por qué te enojas tanto? ¿Qué te provoca tanta cólera?  ¿Puedes volver a hablar pero de una manera más suave por favor?
“Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos. Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios” 1 Pedro 3:3-5

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